jueves, 8 de febrero de 2018

"AL LÍMITE"



¿El momento y el lugar equivocado?

Un ángel deseando desplegar sus alas para volar libre.

Una mujer abatida soñando con ser feliz.

Nos buscamos entre la gente y se cruzaron nuestras miradas. 
El fuego de tus ojos clavados en los míos me hizo sentir aquellas ... famosas “mariposas en el estómago” que jamás había experimentado… y así, en silencio, no hicieron falta palabras para saber lo que estábamos sintiendo. ¡Sonreímos cómplices y nos escapamos!

Me llevaste a tu casa, cerraste bien la puerta. 
Nos cogimos de la mano… nos mirarnos con ternura… y surgió el primer beso.

Pasamos una habitación… “aquí, duermo con mi esposo” dijiste… me puse pálida y me temblaron hasta las pestañas. 
Pasamos a la habitación contigua... (era el cuarto de tu niño).
Y allí nos besamos, una y otra vez. Desnudándonos, con miedo, con deseo
Desabroché muy despacio tu camisa, tu pantalón, dejándolos caer al suelo.
Mientras tú, con cuidado, descubrías  mi cabeza cubierta por un velo; muy suave me quitaste el hábito. Y así dimos rienda suelta a la pasión. 

Por unas horas el universo fue sólo nuestro.
El sudor... la humedad de aquellos besos recorrían los surcos de nuestros cuerpos pegados. Las pulsaciones se aceleraron. La piel y los bellos se erizaban, las curvas acompañaban aquel movimiento.

¡PECADO! ¡LUJURIA! El sentirnos al borde del abismo… con el temor a ser descubiertas… encendió más el deseo del placer y la pasión.

Con el grito salvaje y profundo de un volcán en erupción, cruzamos la línea prohibida.






"AL LÍMITE"



¿El momento y el lugar equivocado?

Un ángel deseando desplegar sus alas para volar libre.

Una mujer abatida soñando con ser feliz.

Nos buscamos entre la gente y se cruzaron nuestras miradas. 
El fuego de tus ojos clavados en los míos me hizo sentir aquellas ... famosas “mariposas en el estómago” que jamás había experimentado… y así, en silencio, no hicieron falta palabras para saber lo que estábamos sintiendo. ¡Sonreímos cómplices y nos escapamos!

Me llevaste a tu casa, cerraste bien la puerta. 
Nos cogimos de la mano… nos mirarnos con ternura… y surgió el primer beso.

Pasamos una habitación… “aquí, duermo con mi esposo” dijiste… me puse pálida y me temblaron hasta las pestañas. 
Pasamos a la habitación contigua... (era el cuarto de tu niño).
Y allí nos besamos, una y otra vez. Desnudándonos, con miedo, con deseo
Desabroché muy despacio tu camisa, tu pantalón, dejándolos caer al suelo.
Mientras tú, con cuidado, descubrías  mi cabeza cubierta por un velo; muy suave me quitaste el hábito. Y así dimos rienda suelta a la pasión. 

Por unas horas el universo fue sólo nuestro.
El sudor... la humedad de aquellos besos recorrían los surcos de nuestros cuerpos pegados. Las pulsaciones se aceleraron. La piel y los bellos se erizaban, las curvas acompañaban aquel movimiento.

¡PECADO! ¡LUJURIA! El sentirnos al borde del abismo… con el temor a ser descubiertas… encendió más el deseo del placer y la pasión.

Con el grito salvaje y profundo de un volcán en erupción, cruzamos la línea prohibida.