¿El
momento y el lugar equivocado?
Un
ángel deseando desplegar sus alas para volar libre.
Una
mujer abatida soñando con ser feliz.
Nos
buscamos entre la gente y se cruzaron nuestras miradas.
El fuego de tus ojos
clavados en los míos me hizo sentir aquellas ... famosas “mariposas en el estómago”
que jamás había experimentado… y así, en silencio, no hicieron falta palabras
para saber lo que estábamos sintiendo. ¡Sonreímos cómplices y nos escapamos!
Me
llevaste a tu casa, cerraste bien la puerta.
Nos cogimos de la mano… nos
mirarnos con ternura… y surgió el primer beso.
Pasamos
una habitación… “aquí, duermo con mi esposo” dijiste… me puse pálida y me
temblaron hasta las pestañas.
Pasamos a la habitación contigua... (era el cuarto
de tu niño).
Y
allí nos besamos, una y otra vez. Desnudándonos, con miedo, con deseo.
Desabroché
muy despacio tu camisa, tu pantalón, dejándolos caer al suelo.
Mientras tú, con cuidado, descubrías mi cabeza cubierta por un velo; muy suave me quitaste el
hábito. Y así dimos rienda suelta a la pasión.
Por unas horas el universo fue
sólo nuestro.
El
sudor... la humedad de aquellos besos recorrían los surcos de nuestros cuerpos
pegados. Las pulsaciones se aceleraron. La piel y los bellos se erizaban, las
curvas acompañaban aquel movimiento.
¡PECADO!
¡LUJURIA! El sentirnos al borde del abismo… con el temor a ser descubiertas…
encendió más el deseo del placer y la pasión.
Con
el grito salvaje y profundo de un volcán en erupción, cruzamos la línea
prohibida.
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